Los días de… tienen sus defensores y sus detractores. Mañana, 14 de febrero, es el de los enamorados, del amor o de la amistad, un día que, a favor o en contra de estas exaltaciones con fecha en el calendario, se convierte en una estupenda excusa para desterrar la rutinas y dedicar una jornada a cortejar y cuidar a la persona amada, o a agradecer la amistad incondicional.
El silencio y la tranquilidad invaden al visitante en cuanto llega a la Hospedería Bajo el Cejo. Un alojamiento rural con mucho encanto que Andrés y Rosa levantaron de la nada entre 2003 y 2007. Sobre las ruinas de las viejas casas de los carboneros, y en su antiguo molino, en apenas siete años han logrado convertirla en una referencia turística dentro de España, y para ciudadanos ingleses, irlandeses, alemanes… y hasta estadounidenses y cubanos.
Con diez acogedoras habitaciones repletas de exquisitos detalles, la hospedería invita al recién llegado a respirar hondo y dejarse mecer por los sentidos. Este refugio de paz se ampara en las verticales rocas bajo las que nacen las laderas aterrazadas en las que los berreños cultivaron almendros, olivos, frutales y pequeños huertos. Hoy, la mayoría de estas tierras están abandonadas, pero sus almendros, símbolo del amor y la amistad duradera, siguen empeñándose en entregar su regalo a los visitantes y algunos ya han estallado en blanco.
Dejen sus maletas cargadas con las prisas y las obligaciones que les hayan perseguido por la sinuosa carretera, pónganse las botas para pisar las tierras reblandecidas por las lluvias y salgan a disfrutar de la naturaleza. Si tienen dudas, pidan consejo a Andrés, que amablemente les explicará lo que necesiten.
La primera propuesta para disfrutar de este fin de semana romántico es descargar tensiones en un paseo reconfortante que comienza junto a las paredes del Lavaor, un antiguo lavadero público recientemente restaurado, cuya agua movió durante décadas la piedra del molino del ‘Tío Miguel’, también practicante y asistente de los partos de las mujeres de la zona. Militar antes de la Guerra Civil, que truncó su carrera, Miguel Sánchez Gil regresó a su tierra heredando el oficio de molinero.
Junto al lavadero, en uso hasta el último cuarto del siglo XX, se ve, enrejado, el acceso a la mina de agua que lo surtió antaño, pero que unas obras contemporáneas derruyeron en parte y lo han dejado inutilizado.
En estas paredes pulidas por el agua y que algunos escaladores aprovechan para hacer deporte, también se levantan apriscos, testimonio de la importancia de la ganadería para estas tierras, que han renacido impulsadas por el turismo rural.
Aprovechen también para disfrutar la belleza de los almendros en flor. Las vistas desde el Sagrado Corazón de Jesús, que domina el pueblo, son impresionantes, así que, acérquense a la plaza de El Berro, donde está la iglesia de Nuestra Señora de Los Dolores, levantada a mediados del siglo XIX y centro neurálgico del VII Encuentro de Cuadrillas que se celebra precisamente este domingo.
Tras el templo, nace un sendero que les lleva a los pies del Cristo. Desde allí, verán en la umbría los campos de secano nevados de flores blancas y rosáceas en La Hoya de Las Nogueras, zona cuyos caseríos albergaron hace décadas más habitantes que el propio Berro. En la solana, tras el pueblo se extienden, en un laberíntico diseño dibujado sobre la irregular orografía de sus laderas, los ordenados cultivos que dieron de comer a los habitantes. El sendero continúa por la parte trasera del camping, para luego regresar, junto a la Escuela Unitaria (hoy a salvo del cierre al contar con más de una docena de alumnos), al pueblo.