Cuentan los vecinos de El Berro y Gebas que este camino, por el que hoy les proponemos pasear y recorrer con los cinco sentidos, lo hacían cada domingo hace décadas para juntarse en las ventas para el baile. Un baile a base de cuerdas vocales, castañuelas y postizas, e instrumentos de cuerda, no se vayan a creer que eran guateques. Y recuerda Santiago, que junto a Andrés (hoy titular de la hospedería Bajo el Cejo de El Berro) recuperó este sendero para disfrute de los turistas y senderistas, que fueron incontables las veces que lo recorrió descalzo, para guardar las esparteñas en óptimas condiciones para el baile. Lo cierto es que hoy, este itinerario de poco más de 8 kilómetros que conectaba las dos pedanías alhameñas, es un agradable paseo por la umbría de un bosque cerrado, por un espolón que pone a sus pies el siempre sorprendente y árido paisaje de los barrancos de Gebas y su contraste con las aguas azul turquesa del embalse de Algeciras, y por la frondosa ribera de la rambla de Algeciras, sobre todo en su tramo inicial, y el itinerario que describe el caño de La Noguera.
La ruta comienza en el aparcamiento que hay a la entrada de El Berro y, siguiendo las marcas del GR y el PR. Deberán descender por unas escaleras, a la derecha, hacia el antiguo Lavaor. Hoy completamente restaurado, pasarán junto a él y a la boca de una mina de agua, y bajo las paredes del cejo, deberán seguir las marcas de ambos senderos y la línea que marca la impresionante pared de piedra, desviándose por una cuesta hormigonada a la derecha. Éste es el único punto conflictivo del itinerario. Deberán seguir por el camino encementado que enseguida se vuelve de tierra, junto a unos pequeños huertos en los que lo mismo hay plantados frutales, que hortalizas o chumberas. En una intersección de caminos, deben coger el de la derecha, que les lleva hacia la pinada en la que se internarán. A partir de aquí, deberán seguir las marcas blancas y amarillas (de PR) que encontrará cada pocos metros, confirmándoles que van por buen camino, y les harán cruzar el barranco y pasar junto a una Caseta del Taibilla, ya internados en pleno bosque. La ruta va ascendiendo por una pinada tupida en la que abunda el romero, el lentisco y las jaras, y en la que también crece la coscoja. En este bosque cerrado, líquenes y musgos han colonizado el paisaje, tanto que los troncos y las piñas lucen un refrescante verde, y las ramas de pino parece que han florecido.